domingo, 19 de febrero de 2012

LA GUERRA HISPANO-NORTEAMERICANA 1898



En el nuevo orden mundial del cambio de siglo, las colonias españolas de ultramar eran un anacronismo. Es cierto que la razón crucial de la debacle española fue la tenacidad de la lucha por la liberación nacional en Cuba. Pero las colonias también estaban perdidas, no por ningún fallo concreto por parte del gobierno ni de las fuerzas armadas españolas, sino porque sólo eran restos de un antiguo imperio incrustados en zonas que habían cobrado importancia estratégica en la nueva ofensiva de expansión imperial de finales del siglo XIX. Esta visión más global de la causa de la derrota española quedó captada en el famoso discurso pronunciado por lord Salisbury en mayo de 1898, en el que se refería a “naciones moribundas” que se estaban viendo obligadas a ceder el paso a potencias más vigorosas en expansión.
La dimensión internacional del conflicto hispano-norteamericano se aprecia con claridad en la forma en que se redistribuyeron las colonias españolas después de la guerra. En principio, las negociaciones que condujeron a un acuerdo de paz sólo implicaban a las dos partes de la disputa. Las conversaciones iniciales  se celebraron en Washington entre el gobierno norteamericano y el embajador francés en Estados Unidos, Jules Cambon, que actuaba en nombre del gobierno español. El 12 de agosto de 1898 se acordó un protocolo de paz y el 1 de octubre se iniciaban en París las negociaciones formales entre las comisiones españolas y estadounidenses en pos de un tratado. La comisión española estaba compuesta exclusivamente por representantes del gobierno del Partido Liberal porque ningún otro partido quiso implicarse en la cesión del imperio. La comisión norteamericana, por su parte, estaba compuesta de una mayoría de expansionistas. Tras la completa derrota en la guerra, la comisión española no tenía más opción que aceptar los duros términos impuestos por los vencedores. Por el Tratado de París, firmado el 10 de diciembre, España cedía a Estados Unidos, Cuba, Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam, en el Pacífico; a cambio de las Filipinas, España recibió 20 millones de dólares.
No obstante, fuera de las negociaciones oficiales algunas de las grandes potencias estaban planteándose reivindicaciones sobre las posesiones españolas. A fin de reforzar sus ambiciones para adquirir parte de las Filipinas, Alemania había apostado una escuadra muy poco más allá de la bahía de Manila durante la batalla naval entre España y Estados Unidos…Una vez quedó claro que Estados Unidos se proponía anexionarse todas las islas Filipinas, Alemania buscó el apoyo británico para conseguir su objetivo secundario de adquirir las islas españolas del Pacífico. Deseosa de que Estados Unidos retuviera las Filipinas, para evitar que cayeran en manos de otra potencia europea, Gran Bretaña también estaba ansiosa de que Alemania fuera compensada por su frustración con las Filipinas. Como resultado de estas maniobras diplomáticas, Berlín, con el conocimiento de británicos y norteamericanos, negoció en secreto con Madrid la venta de todas las islas excepto Guam, por el precio de 25 millones de pesetas, adquiriendo así una estratégica ristra de islas, útiles para estaciones carboneras y para comunicaciones, que se extendía hasta sus concesiones en China.
Sebastián BALFOUR, “El fin del imperio español, 1898- 1923”. 


CUBA. El GRITO DE YARA

Independencia de Cuba. Revista La Flaca 1873  

Todo comenzó el 10 de octubre de 1868 cuando el hacendado cubano Carlos Manuel de Céspedes lanzaba en Yara un grito que con el tiempo se convertiría en santo y seña de los independentistas isleños “¡Viva Cuba libre!”...En el manifiesto que Céspedes lanzaba se contenía un catálogo de los agravios por los que Cuba había de independizarse de España a la par que justificaba, a partir de los mismos, el empuñar las armas y rebelarse (…)
De esta forma comenzaba una larga lucha que se prolongaría durante una década, que provoca que este conflicto iniciado en Yara se conozca con el nombre de la guerra de los Diez Años o guerra Larga. La misma fue el resultado de una combinación de factores étnicos, económicos y políticos. El levantamiento fue promovido por hombres blancos, pero éstos eran conscientes de que para que el alzamiento tuviese éxito se necesitaba contar con el apoyo de los negros y mulatos. El 57% de los habitantes de la isla eran blancos, el 43% de color, y de éstos el 60% estaba sometido a la esclavitud…Por eso, la proclama de Céspedes decía “Nosotros consagramos estos dos venerables principios: nosotros creemos que todos los hombres son iguales…admiramos el sufragio universal que asegura la soberanía del pueblo; deseamos la emancipación, gradual y bajo indemnización de la esclavitud”

José Calvo Poyato “El desastre del 98” 


jueves, 16 de febrero de 2012

EL SISTEMA CANOVISTA

En el sistema bipartidista y fraudulento, Sagasta sirve el capón del poder al partido Conservador. Luego Cánovas hará lo mismo con el partido Liberal.

Cánovas del Castillo es el hombre fuerte del nuevo sistema político. Su personalidad se apoya en tres aspectos básicos: patriotismo, confesionalidad – concibe la unidad religiosa como medio de unión en un país dividido por grupos y partidos, no quiere la intolerancia pero sí la protección del catolicismo- y liberalismo doctrinario. Igualmente destaca en él su pasión por el orden social ( el orden público)
Su obra política fue  la constitución de 1876 y la monarquía constitucional parlamentaria. Se apoyaban en los mismos fundamentos ideológicos que el liberalismo doctrinario con alguna novedad heredada del período revolucionario: el sistema se basaba en el turno de partidos y tendía a mantener el orden y  defender unos intereses económicos. El monarca se convierte en “rey soldado” y de esa forma el ejército se convierte en un apoyo real al régimen monárquico. El fin que persiguió la Restauración fue la paz como identificación del orden, a base de una sociedad que uniera todos los elementos de la nación hasta conseguir un pueblo de adictos.




M. Carmen GARCÍA NIETO “Restauración y desastre”1874-1898.

EL TURNO DE PARTIDOS

Caricatura satírica de la revista La Flaca.
El minsitro de Gobernación, Romero Robledo,  gran manipulador de las elecciones al frente de un desfile carnavalesco en 1884. 

Durante el reinado de Alfonso XII (1875-1885) se lleva a la práctica el turno pacífico de partidos. De esta manera se ponía fin a un largo período de pronunciamiento  e intervenciones militares, mientras que los dos partidos se alternaban en el poder, dejando fuera del sistema a las fuerzas republicanas, de izquierda, movimiento obrero, regionalismos y nacionalismos. El turno era pactado por los dirigentes de los partidos mediante el siguiente mecanismo: el Rey nombraba un jefe de gobierno que convocaba unas nuevas elecciones adulteradas gracias al “encasillado”: se hacía un listado de los diputados provinciales que debían ser elegidos, reservando algunos escaños para los partidos no dinásticos. Los gobernadores civiles imponían la lista en la provincia a través de los caciques locales que mediante la presión, amenaza y sirviéndose de su poder, hacían imponer su voluntad. Si esto no bastaba podía recurrirse a la manipulación del censo, a la coacción, trampas como el pucherazo, o a la modificación de las actas que recogían los resultados. Con  este sistema se alternaron los dos partidos y sus líderes entre 1875 y 1885.

lunes, 13 de febrero de 2012

LA PRIMERA REPÚBLICA

Alegoría de la I República


La I República 1873-1874
Las Cortes proclamaron la República el 11 de febrero de 1873. La opción monárquica había quedado agotada tras la dimisión de Amadeo de Saboya: ni los alfonsinos, ni muchos menos los carlistas tenían aún apoyo suficiente para imponer la restauración borbónica. Este régimen tenía escaso apoyo social y una gran cantidad de detractores entre la alta burguesía, terratenientes, altos mandos del ejército y jerarquía eclesiástica. Tan sólo contaba con el apoyo de las clases medias urbanas.
La República vivió una enorme inestabilidad política que se observa en los cuatro presidentes que tuvo en apenas un año: Figueras, Pi i Margall, Salmerón y Castelar. Además tenían una diferente visión de cómo debía ser la República, pues a la República Federal (Pi i Margall), que pretendía una España con territorios diferentes y distintos modos de autonomía, se contraponía la República Unitaria (Salmerón, Castelar) sin grandes diferencias territoriales y más centralista.
La falta de políticos convencidos del republicanismo y la desconfianza que la nueva forma de gobierno suscitaba entre los sectores populares (obreros y campesinos) fueron los principales problemas con los que tropezó la joven república. Las clases populares no obtuvieron una respuesta clara a las demandas de supresión de los impuestos y el injusto sistema de reclutamiento “las quintas”.
Los graves problemas que tuvo que afrontar fueron una nueva insurrección carlista en el País Vasco y Navarra, y los estallidos extremistas de republicanos federales que proclamaban como cantones pequeñas regiones. El símbolo de este movimiento fue el cantón de Cartagena que con su sublevación contra el gobierno republicano provocó un enorme problema político. Además se había iniciado la guerra de Cuba (1868) y las conspiraciones militares a favor de Alfonso, hijo de Isabel II.
En enero de 1874 el general Pavía encabezó un golpe militar siendo disueltas las cortes republicanas y estableciéndose un gobierno presidido por el general Serrano (República Presidencialista). Este régimen apenas duró un año ya que el general Martínez Campos en diciembre proclamaba rey de España a Alfonso XII, reestableciendo así a los Borbones e iniciando el periodo conocido como Restauración.


lunes, 6 de febrero de 2012

EN BUSCA DE UN REY

Caricatura satírica de la revista La Flaca 1869.
Podemos ver a Olózaga, ministro de Gobernación, buscando rey, mientras el anuncio es presenciado por Isabel II y su hijo Alfonso, el pretendiente carlista y el duque de Montpensier, cuñado de Isabel II, que tenía opciones. El mono jalea al candidato portugués, el rey viudo Fernando de Coburgo apoyado por muchos progresistas y por Olózaga.

La Constitución de 1869 establecía que España era una monarquía siendo Serrano nombrado Regente y Prim el nuevo jefe de gobierno. Su objetivo era triple: conseguir aunar a los partidos políticos detrás de un programa que permitiera estabilizar el régimen; emprender el desarrollo legislativo de la Constitución y buscar un candidato que pudiera convertirse en el nuevo rey de España. Pese a los esfuerzos de Prim, fue imposible unir a los partidos. A la oposición republicana, desengañada por la decisión promonárquica de las Cortes, se sumaron los sectores más derechistas recelosos del general.