El teniente coronel Tejero secuestra al Parlamento el 23 de febrero de 1981
A lo largo de 1980, Suárez tuvo que enfrentarse al incremento desmesurado de los atentados terroristas que provocaba un doble efecto, el drama de las víctimas y la excusa idónea para fomentar el golpismo entre las fuerzas armadas afines al franquismo; al desgaste que produjo el tema autonómico que no encontraba una respuesta adecuada; a las fuertes críticas de las diferentes fuerzas políticas, especialmente de la oposición que le llevaron incluso a plantear una moción de censura que no llegó a prosperar por escaso margen de votos, y a las divisiones internas en el seno de la UCD, su propio partido. Adolfo Suárez dimite irrevocablemente a fines de enero de 1981.
El 23 de febrero, mientras se desarrollaba el debate por el que se invertiría como nuevo presidente a Calvo Sotelo, un destacamento de la guardia civil al mando del teniente coronel Tejero irrumpió violentamente en el Congreso secuestrando a los diputados. En Valencia, bajo la dirección del general Milán del Bosch las tropas salieron a la calle. Tras momentos de dura tensión en los que la acción del rey fue decisiva, los golpistas se rendían al día siguiente.
El fallido golpe de estado reavivó el espíritu de consenso y las Cortes aprobaron por mayoría la investidura de Calvo Sotelo. La Constitución de 1978 y la joven democracia estaban a salvo.