Los fusilamientos del 3 de mayo.- Goya
Museo del Prado
“Los hombres se arrodillaron unos junto a otros en la templada noche primaveral. Uno de ellos, un fraile, se inclinó hacia adelante rezando. Se alzaban ante ellos las figuras oscuras del piquete, sus capotes débilmente iluminados por la luz de la luna. A una voz de mando, una docena de mosquetes apuntaron a los prisioneros, En ese momento se produjo un movimiento repentino. Un hombre, irguiéndose al frente del grupo, levantó los brazos bien altos, miró de frente a quienes iban a matarle y abrió la boca por última vez. Demasiado tarde: la descarga se produjo y las balas de los mosquetes derribaron a las víctimas agrupadas. Acaso el oficial que estaba al mando del piquete se preguntara qué había estado a punto de gritar ese individuo: ¿una acusación, una súplica de clemencia, un grito de desafío? Nunca lo sabría, y quizá tampoco le interesara. En torno al palacio real que se levantaba oscuro a sus espaldas contra el amanecer y a lo largo de las callejuelas que conducían al centro de la ciudad yacían los muertos del combate de la víspera y aún tenía que haber otras ejecuciones. Era el 3 de mayo de 1808”
Esta instantánea inmortalizada por Goya de la ejecuciones que de resultas del dramático levantamiento del 2 de mayo tuvieron lugar en la Montaña del Príncipe Pío, en las afueras de Madrid, tenía un significado estremecedor. La acusada ambigüedad de su personaje central es una impresionante metáfora de la respuesta del pueblo español a la invasión napoleónica. Las matanzas del 2 y 3 de mayo tuvieron repercusiones dramáticas en toda España y fueron un anuncio tanto de la guerra como de la revolución.
ESDAILE, Charles “La guerra de la independencia”