Retrato imaginario por Zurbarán
Muhammad ibn Abi´Amir, Almanzor, vivió en el último tercio del siglo X, cuando el califato omeya comenzaba a mostrar los primeros síntomas de debilidad interna, de manera especial después de la muerte de al.Hakam II en 976. Almanzor supo aprovechar esta circunstancia para maniobrar y hacerse con el poder absoluto, relegando al califa omeya. (…)
Convertido en general supremo de las tropas, prosiguió sus campañas militares contra los cristianos. Creó un ejército profesional donde estaban integrados todos los elementos de la sociedad; aumentó la producción de armas; supervisó el suministro de pertrechos al ejército – de manera especial los caballos- y mejoró los sistemas de ataque y asedio.
Las expediciones permitían obtener unos cuantiosos ingresos para las arcas del Estado y proporcionaban cautivos y un botín que se repartía entre los combatientes y la comunidad.(...) adoptó el sobrenombre honorífico de al-Mansur bi-Lah, “el vencedor por Dios”, nombre por el que en su forma romanceada, Almanzor, ha pasado a la historia, e hizo proclamar su propio nombre en la oración de los viernes después del nombre del Califa.
Las campañas emprendidas consistían en ataques difíciles de prever que se llevaban a cabo con una dureza sin precedentes. Basta recordar la expedición contra Barcelona en 985 o la campaña de Santiago de Compostela en 997. La última campaña de Almanzor tuvo lugar en el verano de 1002 por tierras riojanas, en el curso de la cual saqueó e incendió el Monasterio de San Millán de la Cogolla. Al regreso de esta expedición, su estado de salud se agravó y murió camino de Medinaceli, en agosto de ese mismo año dejando instaurada una dictadura militar.
LÓPEZ PITA, Paulina “Almanzor, espada de doble filo” Revista La aventura de la Historia , nº 156, págs, 62 y ss.
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