Estatua ecuestre de El Cid en Burgos, de González Quesada 1955.
El Cid es el héroe perfecto, el hombre que se hace a sí mismo, buen esposo y padre de familia; fiel vasallo por encima de la incomprensión de Alfonso VI; nómada infatigable pero con una gran querencia hacia su tierra. La valoración moral que suscita es óptima: guerrero invicto, político generoso; con dominio del derecho y cierta cultura literaria, vida familiar honesta y caballero cristiano (…) difícilmente se le puede hacer al Cid representante de una presunta identidad étnica castellana, pero será el héroe castellano por excelencia, el fiel vasallo insuficientemente valorado por su rey.
Ricardo García Cárcel "La herencia del pasado"
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