Caricatura satírica de la revista La Flaca.
El minsitro de Gobernación, Romero Robledo, gran manipulador de las elecciones al frente de un desfile carnavalesco en 1884.
Durante el reinado de Alfonso XII (1875-1885) se lleva a la práctica el turno pacífico de partidos. De esta manera se ponía fin a un largo período de pronunciamiento e intervenciones militares, mientras que los dos partidos se alternaban en el poder, dejando fuera del sistema a las fuerzas republicanas, de izquierda, movimiento obrero, regionalismos y nacionalismos. El turno era pactado por los dirigentes de los partidos mediante el siguiente mecanismo: el Rey nombraba un jefe de gobierno que convocaba unas nuevas elecciones adulteradas gracias al “encasillado”: se hacía un listado de los diputados provinciales que debían ser elegidos, reservando algunos escaños para los partidos no dinásticos. Los gobernadores civiles imponían la lista en la provincia a través de los caciques locales que mediante la presión, amenaza y sirviéndose de su poder, hacían imponer su voluntad. Si esto no bastaba podía recurrirse a la manipulación del censo, a la coacción, trampas como el pucherazo, o a la modificación de las actas que recogían los resultados. Con este sistema se alternaron los dos partidos y sus líderes entre 1875 y 1885.
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