Las picas de los Tercios en acción
de la película "Alatriste"
En febrero de 1567 estalló la guerra abierta que iba a desangrar a Flandes y a España durante unos ochenta años...el duque de Alba, con cuarenta galeras, partía de Cartagena rumbo a Italia. Al llegar a Milán, la expedición estaba casi lista y a finales de junio partió hacia el norte por el conocido Camino Español que atravesaba Saboya, el Franco Condado, Lorena y Luxemburgo, y que Granvela había señalado en 1563 como el itinerario más idóneo porque discurría por territorios de Felipe II y de sus aliados.
Eran un total de 11.000 hombres, casi todos españoles, de los que unos 1.300 eran jinetes, divididos en cuatro tercios. Junto a cientos de carros y miles de mulas que llevaban toda la impedimenta, marchaban cerca de 2.000 prostitutas también organizadas en compañías, para satisfacer las necesidades de la tropas, pues el duque quería evitar a toda costa que se produjesen incidentes con la población civil y opinaba que la proporción justa había de ser, como mínimo, de una ramera por cada ocho soldados. También iban numerosos sacerdotes y frailes, muchos más que médicos y cirujanos, pues consideraba más importante la salud espiritual que la física. Con una marcialidad y disciplina impresionantes, el ejército fue avanzando sin ningún incidente. Entre las fuerzas españolas cabe destacar a los cuerpos de mosqueteros, la última novedad armamentística de la época, que confería a este ejército la mayor potencia de fuego de la historia hasta ese momento.
Para tranquilizar a la opinión pública de Flandes se dijo que esta fuerza sólo tenía la misión de preparar el inminente viaje del rey y que no venía a implantar la Inquisición. Cuando Alba llegó a Flandes salieron a recibirle varios nobles, entre ellos Egmont, pero el encuentro fue muy tenso. El conde le llevaba dos caballos de regalo, pero el duque no se privó de decir en voz alta, en un tono irónico y para que todos lo oyesen “Ahí viene ese gran hereje”
A finales de agosto de 1567 Alba hizo su entrada en Bruselas, pero ningún cargo salió a recibirle, dado el ambiente gélido y hostil, pues todos temían a aquellas tropas. En seguida fue a presentar sus respetos a la gobernadora Margarita de Austria que no ocultó la molestia que le causaba la presencia en Flandes de aquella expedición militar. La consideraba un desacierto político y un menoscabo a su autoridad, pues no había sido consultada en nada. El duque le contestó que sólo había venido a obedecerla, pero sin concretar nada más, aunque los despachos reales que portaba consigo le conferían la máxima autoridad política y militar. Por lo tanto, y de forma muy coherente, a las pocas semanas Margarita dimitía como gobernadora y regresaba a Italia (a Parma), cubriendo su cargo el duque de Alba.
Juan Carlos Losada " Los generales de Flandes"