El suspiro del moro
F. Pradilla 1892
Camino a su destierro, Boabdil no se atrevía a girar la mirada hacia Granada, y sólo cuando estuvo lejos, hizo una pausa en su camino, sobre la colina conocida como El Suspiro del Moro, y observando por última vez su palacio y la bella ciudad que había perdido, suspiró, y rompió a llorar. Su propia madre, Aysha, llena de sorpresa y furia, le reprochó sus lágrimas exclamando: "Llora como mujer lo que no has sabido defender como hombre".
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