Retrato ecuestre de Carlos V
Tiziano. Museo del Prado
No era el Emperador muy alto, pero sí bien proporcionado, la frente espaciosa, la mirada penetrante, la nariz aguileña muy pronunciada, y un tan acusado prognatismo, que el embajador de Venecia Gaspato Contarini dejó escrito que ninguna parte de su cuerpo es criticable, sino la mandíbula, que parece postiza y le obliga a llevar siempre la boca abierta. Cuentan otros autores a este repecto del desmesurado prognatismo de Don Carlos que la desproporción del maxilar inferior le había costado al Rey-Emperador algún sonrojo, tal como cuando un rústico infanzón, vecino de Calatayud, se le acercó en la primera visita que Carlos I hizo a aquella población, recomendándole con su franqueza típicamente aragonesa: "Mi Señor, cerrad la boca, que las moscas de este reino son traviesas...". Tal vez por sugerencia de la Emperatriz decidió Don Carlos a partir de la boda dejarse crecer una barba ancha y corta con lo que el prognatismo quedó bastante disimulado
Fernando González-Doria "Las reinas de España"
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