sábado, 17 de diciembre de 2011

LA POLÍTICA EXTERIOR EN EL SIGLO XVIII.

Combate del navio español Catalán contra el británico Mary en 1719
R. Monleón. Museo Naval de Madrid

La paz de Utrecht, con su intento de conseguir un equilibrio continental, fue la base del ordenamiento europeo, al menos hasta mediados del siglo XVIII. La principal beneficiaria de los acuerdos fue Inglaterra, quien, asentando como principio la libertad de los mares, se aseguraba el predominio en los mismos dado el poderío de su armada.
Mientras tanto, en el continente la política iba a girar en torno a dos ejes enfrentados, París y Viena.(...)
Esta serie de tratados trajo la paz en amplias regiones continentales, pero no una paz asentada firmemente. Fueron años de respiro para los agotados contendientes después de un periodo bélico tan dilatado como el conocido por Europa en el paso de un siglo a otro.
Mas las guerras volvieron a enfrentar a los ejércitos europeos y no sólo por motivos  dinásticos, como en alguna ocasión pudo creerse, sino en defensa de los intereses de los distintos estados; prueba de ello es que la formación de coaliciones de países conoció, en distintos momentos de la centuria, cambios sustanciales entre sus integrantes según las situaciones materiales concretas desencadenantes de los conflictos.
¿Y la Monarquía española? Es un error creer que su papel iba a ser de comparsa con el sistema. Distaba bastante de lo que había sido, pero, pese a sus pérdidas, su papel de gran potencia no admitía discusión y así era aceptada en Europa. Aún era mucho el poder que, bien dirigida, estaba en condiciones de movilizar la Monarquía española.
Pasadas las primeras veleidades en las que Madrid intentó moverse dentro de unas coordenadas propias  hubo que adaptarse al sistema y buscar el eje que más favoreciese a sus intereses; este eje fue ineludiblemente el de París (PACTOS DE FAMILIA), y no por razones sentimentales o dinásticas, sino por el inevitable enfrentamiento con Inglaterra debido a los territorios americanos, tan codiciados por la cada vez más poderosa burguesía comercial inglesa.
Así pues durante esta centuria el centro de interés para Madrid se desplazó al Atlántico; de ahí que la rivalidad con Londres fuese, con breves momentos de coqueteo, una constante de nuestra política exterior. En esta rivalidad, en la que siempre estuvieron presentes las justas reivindicaciones sobre Gibraltar y Menorca, iba a participar  un  tercero en discordia, permanente aliado de la causa inglesa, Portugal, siempre pendiente de obtener el mayor beneficio posible en su política expansionista en Brasil.

A. DOMINGUEZ ORTIZ, y  A.L. CORTÉS  “La política exterior” Historia16 “Historia de España 8. El reformismo borbónico.” 

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