domingo, 21 de octubre de 2012

Corona de Castilla. Siglo XIV

 
Alfonso XI tomando posesión del mar

El monarca Alfonso XI que decidió poner nuevamente en marcha la cruzada contra los musulmanes, logró un notable éxito en 1340 al derrotar a los combatientes islamistas en la batalla del Salado. Tres años después, en 1343, lograba una nueva victoria contra los nazaríes en las proximidades del río Palmones...

En 1344 pasó al ámbito de Castuilla y León la importante localidad de Algeciras, uno de los puertos clave de la zona meridional de la península Ibérica. La toma de Algeciras era de enorme importancia, pues permitía la comunicación directa entre el océano Atlántico y el mar Mediterráneo. De esa manera se le abría una puerta básica en la actividad marinera al reino de Castilla y León. Por el contrario la plaza de Gibraltar, no pudo ser ocupada por el ejército cristiano. Alfonso XI que combatía en las proximidades del estrecho de Gibraltar perdió la vida a causa de la peste negra (1350)

En los años siguientes, la reanudación de la lucha contra los musulmanes de Granada resultó sumamente complicada, en buena parte debido a la guerra fratricida que se desarrolló en la corona de Castilla...y acabado el conflicto, la Corona de Castilla tuvo varias pugnas con los vecinos reinos cristianos: Aragón, Portugal y Navarra.  


Julio Valdeón " La Reconquista"

sábado, 13 de octubre de 2012

NAVAS DE TOLOSA

Sancho VII de Navarra rompe el cerco de la guardia personal de Miramamolín

…Lo cierto es que la deserción de los guerreros andalusíes, que abandonaron el campo de batalla dejando solos a los almohades, pareció decidir la batalla, pues las líneas enemigas quedaron desarboladas. Sólo permanecía en pie la última resistencia: la guardia negra en torno a la tienda de Miramamolín, que resistió lo indecible, hasta que el caballero Alvar Núñez de Lara, por un lado, y el rey de Navarra, por otro, saltaron por encima de las cadenas y acabaron con la última resistencia.
La matanza fue terrible, pues se había decretado que no se hicieran prisioneros. Miramamolín escapó milagrosamente, con algunos fieles irreductibles. El botín fue muy rico y se distribuyó entre los aliados, aunque se prohibió tocar absolutamente nada, bajo pena de muerte: nadie debía entretenerse en el saqueo sin haber asegurado por completo la victoria y haber acabado con los enemigos. Los restos de flechas y lanzas capturados permitieron alimentar los fuegos de los campamentos cristianos varias noches.
Los estandartes musulmanes se trasladaron ceremoniosamente a la catedral de Toledo, las cadenas a Navarra –desde entonces, las figuras de cadenas fueron incorporadas a su escudo como símbolo principal- y el estandarte de Miramamolín, así como el que encabezaba las tropas cristianas fueron a parar al monasterio de las Huelgas en Burgos, donde cada 16 de julio el capitán general de la región militar hace ondear el pendón en conmemoración  de la victoria. La rica tienda del jefe musulmán fue enviada a Roma como regalo a Inocencio III.   
La carnicería fue tremenda. Del lado cristiano, se habló de 25.000 muertos y entre los musulmanes, dado que no se hicieron prisioneros durante la batalla, se calcula que perecieron en la batalla más de 50.000 hombres. Una vez concluido el enfrentamiento y enfriados los ánimos, a los miles de enemigos capturados se les perdonó la vida y fueron convertidos en esclavos.
(…)
Por su parte, el líder de los almohades, el califa Al-Nasir (Miramamolín), procedió en Sevilla a decapitar a los príncipes andalusíes, a los que consideraba responsables de la traición de sus hombres y, desde luego, responsables de tan amarga derrota. Tras dejar el gobierno en manos de su hijo, Al- Nasir se trasladó a Marraquech. Fue depuesto y permaneció recluido, acusado de incompetencia por la derrota. Lo envenenaron al año siguiente.
En los anales islámicos, este trágico episodio bélico se llamó desde entonces el desastre. Al poco tiempo el poder almohade comenzó a disolverse.

Juan Carlos LOSADA “Batallas decisivas de la Historias de España”

COVADONGA, SALUS HISPANIAE

Estatua de don Pelayo en Covadonga

Las crónicas posteriores al éxito logrado por los combatientes cristianos en la batalla de Covadonga presentaron aquel enfrentamiento militar nada menos que como  salus Hispaniae, es decir la salvación de España. Allí se situó el inicio de la resistencia positiva de los cristianos de Hispania frente a los musulmanes de Al-Andalus. Ciertamente las crónicas de aquellos tiempos nos han transmitido opiniones sumamente contradictorias, Mientras que las fuentes cristianas aluden a un éxito espectacular en el que murieron cientos de miles de musulmanes, los textos árabes afirman que el ejército islamita decidió retirarse de las montañas próximas a Covadonga sencillamente por falta de interés. En cualquier caso es indudable que los cristianos de la zona astur impidieron el posible avance de los musulmanes hacia la costa cantábrica. De ahí a que aquel triunfo militar fuera saludado con grandes elogios por los eclesiásticos de la época, únicos hombres cultos del momento.
(...)  En verdad Pelayo no llegó nunca a ostentar el cargo de rey, aunque sí lo hicieron sus sucesores. Es más, el reino sobre el que se asentaban aquellos gobernantes se limitó en un primer momento a una pequeña zona de Asturias. De todos modos, la mención del término “España” hace referencias al pasado de los tiempos visigodos. La victoria de Covadonga sería considerada, por lo tanto, el punto de partida de la futura recuperación de todos los territorios de la península Ibérica que habían caído, no muchos años antes, en poder de los invasores islamitas.

Julio VALDEÓN BARUQUE “La Reconquista” 



jueves, 4 de octubre de 2012

REINOS TAIFAS. Y ALMOHADES


Los alminares la KUTUBIA de Marrakech y la GIRALDA de Sevilla, construidos como minaretes de las dos mezquitas de Marrakech y Sevilla en el siglo XII por los almohades.

En 1144,  después de graves disturbios y sublevaciones surgieron, de nuevo, los Reinos Taifas, estados débiles y efímeros que tuvieron cierta autonomía entre 1145 y 1172.
Tras el avance permanente y constante de los reinos cristianos. estos nuevos gobernantes llaman al nuevo poder instalado en el norte de África: los almohades, que entran en la Península derrotando severamente a los cristianos ( Alarcos 1195). Los almohades reconstruyen de nuevo el territorio estableciendo la capital en Sevilla.
Se enfrentaron a los cristianos en una batalla que será decisiva: Las Navas de Tolosa (1212) victoriosa para los reinos cristianos. La batalla antes de que se produjera era absolutamente incierta, cuando no abiertamente favorable a los musulmanes dada su superioridad numérica. Una vez comenzada se convirtió en un terrible enfrentamiento de desgaste donde apenas se dieron sutilezas tácticas: el valor personal de cada combatiente fue decisivo.
El resultado, calamitoso para los musulmanes, supuso el fn de la cohesión política que habían aportado los almohades en Al-Andalus. A partir de ese momento, se generaron graves problemas que fragmentaron el imperio almohade. Nunca más volvieron a estar unidos los musulmanes en la península Ibérica: se entraba en un útlimo periodo de taifas independientes que facilitaría el avance cristiano, que conquistará el valle del Guadalquivir y dejará al poder musulmán recluido en el reino nazarí de Granada.

 

miércoles, 3 de octubre de 2012

REINOS TAIFAS. Y ALMORÁVIDES

El rey Al-Mutamid de la Taifa de Sevilla.

En el año 1031 surgen los Reinos Taifas formados por grupos tribales de los distintos grupos étnicos que componían Al-Ándalus. Los Taifas de origen árabe eran los más numerosos y quizá los monarcas más importantes.
Esta fragmentación política trajo consigo la debilidad militar que aprovecharon los estados cristianos del norte de la Península, que, además de avanzar en sus conquistas en sus territorios, empezaron a exigirles  parias o tributos.
Una de las Taifas más importantes fue la de Sevilla, con su rey AL MUTAMID, poeta, valeroso, delicado y feroz. Coetáneo del Cid, su poder aumentó al anexionar Córdoba a su reino. Ello le trajo graves consecuencias, al sufrir el acoso de Alfonso VI de Castilla que arrebató Toledo a los hispano-musulmanes (1085). El rey sevillano tomó una decisión de consecuencias nefastas para los reinos taifas: llamó a los almorávides en su ayuda
La llegada del ejército almorávide en 1086 frenó el avance cristiano, con éxitos militares como las victorias de Sagrajas (1086) y Uclés (1108).
Los almorávides se asentaron, reunificaron el territorio e impusieron una ortodoxia musulmana más estricta, creando un serio malestar entre mozárabes y judíos, y endureciendo las cargas fiscales.
Los almorávides derrotaron a Alfonso VI, pero luego pasaron factura a Al-Mutamid: le quitaron el reino y lo expulsaron al Norte de África. Encadenado junto a su familia, tuvo que embarcar en el Guadalquivir, camino del destierro en Africa donde murió recordando su bello Alcázar de Sevilla, antes tuvo que ver a sus hijas vendidas como esclavas.

 

LOS ÚLTIMOS REYES VISIGODOS

                                Don Rodrigo y la Cava
                                        S. Asenjo Arozarena. Diputación de Navarra

…Witiza, penúltimo monarca visigodo antes de morir asoció al trono a su hijo Agila designándolo dux de la Tarraconense. Su objetivo era garantizar la sucesión monárquica  dentro del clan, imitando el procedimiento seguido años atrás por su padre Egica. Pero la situación  política, económica y social era extremadamente delicada. Si bien el procedimiento legal para despachar la cuestión sucesoria era, teóricamente, de carácter electivo, muy rara vez la transición se había ejecutado conforme a ese derecho. En esta ocasión, la asamblea electiva (compuesta por aristócratas y obispos) desafió la voluntad de Witiza y, en circunstancias quizá no demasiado ortodoxas, aclamó al dux de la Bética Don Rodrigo.
Naturalmente, los witizanos no aceptaron de buen grado el nuevo escenario político. Sólidamente asentados en el noreste de la Península, los partidarios de Witiza movieron ficha mientras Rodrigo trataba sin éxito de consolidar su precario poder. Fue en este crítico instante cuando surgió de la nada la controvertida figura del conde Don Julián, gobernador visigodo de Ceuta, según algunos, exarca bizantino según otros; en cualquier caso su simpatía hacia la causa witizana está fuera de toda duda. Según la leyenda, Julián tenía motivos para recelar de Rodrigo: había enviado a su hija a Toledo, con el fin de que se educase en el entorno de la corte, y su belleza no había pasado desapercibida para el monarca que había cometido la osadía de seducirla con malas artes, afrenta que Julián no perdonó y que, siempre según  el mito, habría empujado al gobernador ceutí a pedir ayuda a los musulmanes para vengar el ultraje.
Con toda probabilidad, no obstante, los contactos de Don Julián con el gobierno musulmán de Ifriqiya respondieron a razones meramente políticas.  Es probable que Julián canalizara el descontento del partido witizano y que su cometido fuese mediar para conseguir una intervención árabe en la Península en defensa de los intereses de los partidarios del penúltimo monarca. Por este motivo, Julián y los witizanos pasaron a la historia como traidores por antonomasia, cuando en verdad otros monarcas visigodos en el pasado habían recurrido a ayuda externa de bizantinos y francos para dirimir disputas dinásticas. Los witizanos no planeaban entregar la Península al invasor árabe, simplemente buscaban un aliado para hacer valer por la fuerza los intereses de los sucesores de Witiza. El error no fue otro que la mala elección del socio: los árabes respondieron a la llamada y cruzaron el Estrecho, pero no tenían la menor intención de volver sobre sus pasos.

Roberto Piorno: “711: año cero de la era islámica”