
En Barcelona, reaccionaron de forma negativa al iniciarse incidentes graves ante el embarque de las tropas, estallando una huelga general convocada por Solidaridad Obrera y UGT.
Se declaró el estado de guerra y se envió al ejército a sofocar la rebelión que lejos de sofocarse se intensificó tomando tintes antimilitares y anticlericales: quemas de conventos y enfrentamientos con el ejército que acabaron con una represión muy dura y la ejecución de varios anarquistas, entre ellos Ferrer i Guardia.
La Semana Trágica acabó con el programa reformista de Maura viéndose obligado a dimitir.
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